19, julio 2015 - 11:28
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POR MIGUEL ÁNGEL GARCÍA
FOTOS: ÉRIK ESTRELLA
ENVIADOS ESPECIALES
TORONTO, Canadá.- Domingo, siete de la mañana, 86% de humedad ambiente. Las mexicanas María Guadalupe González y Alejandra Ortega están listas para iniciar la competencia de marcha.
20 kilómetros les esperan a cada una.
Se escucha el pistoletazo de salida y con él emprenden la prueba las 14 atletas restantes que habrán de componer el pelotón.
María tenía una cosa en mente: ganar el oro.
La andarina mexiquense marcó el paso desde el principio, despegándose del grupo acentuadamente. Subía la temperatura, al igual que la humedad, y la marchista mexicana nacida el 9 de enero de 1989 también apretaba el paso. No había fuerza humana que este día detuviera a María.
A mitad de la prueba la temperatura marcaba 21 grados y 94% de humedad. Vaya labor titánica para todas las participantes, pero mayor mérito para la mexicana María, quien no daba indicio de desfondarse y menos de abandonar la competencia.
Delgadita, mediana de estatura, González iba y venía sola en cada vuelta de 2 kilómetros, nadie le hizo sombra. La competencia era con ella misma, iba por su tercera marca en el año.
En la vuelta 18 seguramente su cuerpo le hubiera abandonado, pero la concentración de María, su mente y corazón enorme eran los que mantenían en pie a su esqueleto. Era casi imposible que la mexiquense llegara en ese ritmo a la meta.
Los alcances del cuerpo son increíbles, los límites a los que un ser humano puede llegar son inimaginables.
Última vuelta. Era todo por el todo.
Con el cuerpo y uniforme empapado en sudor, Lupita finalmente arribaba a la meta. Las piernas a punto de reventar, los pies literalmente deshaciéndose. Y el cuerpo reblandecido, la mexicana cruzaba la línea de llegada bajo las ovaciones de los presentes, mientras que en el altavoz el animador gritaba “¡María, de México, es medalla de oro!”. El obturador de las cámaras fotográficas se escuchaba como ráfaga y los aplausos no cesaban.
Pero todo eso quizás María ya no lo escuchó.
Apenas cruzó la meta, su escuálido cuerpo, como lo es el de una atleta de resistencia, se desvaneció como quien corta las cuerdas a una marioneta.
María no sólo había llegado en primer lugar, sino que había desaparecido la marca impuesta por la guatemalteca Jamy Franco cuatro años atrás en Guadalajara; el tiempo de 1:32:38 se evaporó, por el impuesto ahora por María: 1:29:24.
Campeona Panamericana con nueva marca.
En brazos de los paramédicos la mexicana fue llevada al área de camillas para ser reanimada; cortaron las agujetas de sus tenis para despojarlos de sus pies deshechos y de inmediato poner bolsas de hielo en sus piernas y toallas mojadas en su cabeza y dorso.
Ella apenas balbuceaba unas palabras y éstas eran para preguntar únicamente el tiempo que había registrado.
“Fue de 1:29:24”, le dijeron : “Tres marcas este año”, contestó ella.
Tras unos minutos logró reponerse en cierta manera, pero el tiempo pasaba y no daba respuesta de poder ponerse en pie. Llegaron entonces los paramédicos de la ambulancia para colocarle oxígeno y se determinó que era mejor trasladarla a la policlínica de la Villa Panamericana.