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4, agosto 2016 - 12:17

┃ EFE

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El estadio Maracaná de Río de Janeiro fue levantado hace 66 años con alma de gigante y mañana añadirá a su legendaria historia uno de los mayores espectáculos del globo: la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos.

En 1950 el Maracaná nació con dimensiones colosales, cuadruplicaba en capacidad al resto de estadios de Río y podía albergar casi a un 10 % de la población de la entonces capital de Brasil, algo fundamental en una época que la televisión daba sus primeros pasos.

En Brasil sigue siendo conocido como “el mayor del mundo“, a pesar de que perdió ese título hace años y ahora sólo puede dar acogida a 78.838 espectadores, una cifra muy inferior a los cerca de 200.000 que se citaron en la final del Mundial de 1950 para ver a Uruguay acuñar el término “maracanazo“.

Desde 1964 su nombre oficial es Mário Filho, un legendario locutor de radio deportivo, pero los cariocas han continuado refiriéndose a él con la denominación del río homónimo que pasa por la zona y que, a su vez, toma su nombre de una pequeña cacatúa llamada “maracanã” en idioma tupí y, con cierto cariño, muchos lo apodan “Maraca“.

Este afecto por el estadio fue decisivo para que fuera escogido como sede de las ceremonias y del encendido del pebetero, algo inédito en la historia olímpica, pues estos actos siempre habían tenido lugar en el estadio de atletismo.

Además del “maracanazo”, el coliseo carioca vio hitos de la historia del fútbol, como el milésimo gol de la carrera de Pelé, en 1969, la despedida del fútbol de Garrincha en 1973 y, por supuesto, dos mundiales, además de 333 goles de Zico, el máximo goleador del estadio, casi todos con la camisa del Flamengo.

También fue protagonista de momentos para el olvido como la farsa del portero Roberto Rojas, que se hirió con una cuchilla en la ceja para fingir haber recibido un impacto de bengala, un episodio que le costó a Chile la desclasificación de las eliminatorias del Mundial de 1994.

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Además ha recibido al papa Juan Pablo II y conciertos de artistas como Frank Sinatra, Madonna, los Rolling Stones. En ceremonias también tiene experiencia, pues acogió la apertura de los Juegos Panamericanos de 2007.

Su construcción se realizó en un tiempo récord, en 22 meses, algo necesario porque Brasil se ofreció como sede del Mundial en 1946, un año después del final de la II Guerra Mundial.

El recinto de graderíos ovalados se levantó en un descampado en el que ya se respiraba fútbol, donde Mário “Lobo” Zagallo jugaba partidillos con sus amigos en su juventud, mucho antes de ser campeón del mundo como jugador, como seleccionador y como asistente técnico.

En su proceso de adaptación a los nuevos tiempos, el coliseo pasó por dos grandes reformas, la primera en 2007, en la que se instalaron asientos en todo el recinto y se acabó con la general, aún idolatrada por los hinchas de los equipos cariocas, que sacaban provecho del poder intimidatorio de una tribuna abarrotada.

Para el Mundial de 2014 el estadio fue reconstruido desde los cimientos y tan sólo se respetó la fachada, que está protegida como patrimonio nacional.

En esta reforma se perdió el graderío superior, que temblaba de forma ostensible con cada celebración de gol, y se sustituyó por una única tribuna continua con la que se eliminaron los puntos ciegos que existían previamente.

Lo poco que quedó en pie también tuvo que ser remozado. Los constructores tuvieron que reforzar cien pilares que, a lo largo de los años, habían sufrido daños estructurales por la orina que los espectadores expelieron durante décadas en los pasillos por la escasez de urinarios.

Ese problema ya no existe en el nuevo Maracaná, pues ahora cuenta con 231 aseos y se ha convertido en uno de los recintos deportivos más modernos del mundo, con todas las comodidades y con innovaciones tecnológicas, como un sistema para aprovechar el agua de la lluvia y placas solares para generar parte de la energía que consume.

Todos estos cambios causaron desazón entre los nostálgicos, que creen que el coliseo perdió parte de su magia en aras de la modernidad, pero sin ellos, según los impulsores de las obras, este viernes no podría añadir a su larga historia la página de los Juegos Olímpicos. EFE

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