Con la tecnología de Google Traductor

Mira

5, octubre 2015 - 8:52

┃ ESTO

nota-espe-jesus-ochoa

POR HÉCTOR REYES

ESTUDIÓ para maestro normalista en su natal Sonora; no ejerció, pero sí hizo sus prácticas en Bahía de Kino; así que el mar, el sol y los niños tejieron la juventud de Jesús Ochoa, nacido en Hermosillo, pero en Ures pasó su infancia y juventud, donde tuvo como la mejor distracción jugar beisbol en el llano con los amigos.
“Yo hacía mis pinitos como actor, pero nunca pensé que me iba a convertir en un profesional de esto; se dio la oportunidad, tuve la suerte de encontrarme buena gente que me preparó bien, y acá estoy”, desde su incursión en el teatro universitario con José Ramón Enríquez y luego con Miguel Córcega, hace más o menos 41 años.
Su constitución física es fuerte, su acento revela su origen y cuando quiere expresar algo se transforma. El pasado jueves tuvo una entrevista con Yolanda Andrade y Montserrat Oliver de su programa de Unicable y luego sería anfitrión de la inauguración de “La Bipo” San Ángel. Este es el cuarto restaurante y bar con el concepto que nació como “la Bipolar” y los dueños de la cantina “La Polar” pensaron que existía un conflicto con el nombre. Finalmente se acortó y es como ha trascendido. Se identificó el lugar con Diego Luna y Jesús Ochoa, entre otros actores y amigos que se adentraron a este mundo.
“El concepto de La Bipo(lar) nace porque los socios al principio teníamos ganas de armar un concepto de bar y de restaurante que nos gustara a nosotros, con la comida que nos gusta a nosotros, con el ambiente que nos gusta a nosotros y después lo hicimos. Nos gustó. Pegó. Y nos lo quitó el público”.
El tráfico era tal que la avenida de la Luz era un estacionamiento. Su amigo Juan Sánchez tomó una motocicleta, porque la ciudad era un estacionamiento gigante para que atendiera a los medios de comunicación, conviviera con los socios y empleados, así como disfrutara de la cena con un toque sonorense.
Jesús Ochoa dentro de sus planes inmediatos formará parte del elenco de la telenovela “El gran hotel”, una producción del hijo de “Chespirito”, Roberto Gómez Fernández. Entusiasmado porque es un trabajo muy cuidado y de época, lo que le da mayor realce. La novela es corta, como se ha comenzado a experimentar en la televisión mexicana.
Su carrera la ha compartido entre México, Estados Unidos y una coproducción sueca, danesa y costarricense, en películas, obras de teatro y televisión. Su calidad artística es valorada y se le considera un excelente actor. Disfruta lo que hace, así como los martes por la noche juega dominó –lo hacía con su suegro Vicente Leñero–, día sagrado para el actor de 55 años.
“El dominó lo juego desde hace mucho tiempo, desde chavito allá en la barbería de Mario, en mi pueblo. La barbería “Tú sigues”, se llamaba, se llama todavía, y ahí aprendí. Yo veía a los grandes jugar y de vez en cuando les faltaba uno, me daban oportunidad de jugar, ahí me la llevaba, viendo, viendo, hasta que aprendí”, ya que tiene un sentido más hondo para el actor que lo mismo protagoniza un drama que una comedia.
Se trata de muchas cosas –dijo- porque el juego relaja, te quita el estrés y desde luego está la convivencia: Platicar y ser, aunque siempre son los mismos, al que llama el club.
A Jesús Ochoa lo conocimos junto con Rodrigo Murray durante los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, con motivo de llevar al estudio de TV Azteca al atleta paralímpico Saúl Mendoza.
“Soy un apasionado de los deportes, esa época de trabajo de Copas Mundiales y Juegos Olímpicos me dejó muchas cosas, muchos amigos y muchos recuerdos y de alguna u otra manera un sesgo en mi carrera que me ayudó bastante”. Además es un seguidor del beisbol (le va a los Medias Rojas de Ures, en la liga del Río Sonora), basquetbol y futbol.
Luego, en la primera exposición de su esposa Eugenia Leñero, en Coyoacán, improvisamos una presentación con la también actriz Adriana Barraza, quien externó sentidas palabras para su amiga en la incursión pictórica. Por su parte, Jesús Ochoa le entregó un ramo de flores. Estaba presente Vicente Leñero ese día. Todas las obras fueron vendidas y por supuesto el rostro estaba iluminado por la emoción interna que expresan los artistas, en ese caso la familia Ochoa Leñero y los amigos que le acompañaron en un brindis entre bohemios.